Pues sí, pobre comercio pequeño que a titulo gráfico no he tenido nada más que andar una pequeña calle y su vuelta de esquina para fotografiar un montón de locales en alquiler, puñetera realidad de esta rama de actividad económica y laboral. Es una pena particular para mí advertir el local en alquiler que en su día ocupé con unos socios para montar la franquicia de mueblería DOMUS, que falló por diversas razones y porque esta posibilidad nunca está exenta de ocurrir cuando se inicia una actividad, cosa que no se valora demasiado por parte de los que no emprendieron nunca ninguna actividad privada. Pero no me extraña que anden últimamente dándonos tantos datos los medios de comunicación acerca de la sangría que se está produciendo en el sostenimiento del comercio local en Ourense, pues la verdad es que salta tanto a la vista que no informar sobre el particular sería impropio del medio. Se desgarran vestiduras aquí y allí, desde políticos aparentemente sensibilizados por esta realidad, aunque no hacen nada por subsanarla sino sólo propaganda propia al respecto, al menos nada que detenga la carrera de estos cierres de persianas, hasta agrupaciones comerciales donde sus representantes -no todos, claro, y el que se de por aludido que se aplique el cuento- suelen serlo para destacar socialmente ¡manda carallo hasta donde llega la soberbia del ignorante!, pero también a fin de salvarse de la quema lucrándose un tanto, lo que puedan, para así postergar su sino a través de algún negocio que consiguen hacer por proximidad con la subvención pública y el poder.
La cosa no pinta nada bien. No es fácil combatir la desaparición de actividades que se ven reemplazadas en su gestión por la era de la inteligencia artificial y las nuevas formas de hacer negocio basadas en la explosión informática aplicada en ventas; cada día se compra más a través de internet, con plena seguridad de que el producto llega en tiempo y forma con total garantía y si no te devuelven sin problema los cuartos. Esto es una realidad difícil de combatir, sobre todo si desde el otro lado no se toman medidas al respecto. Por ejemplo, en una ciudad rentista como Ourense, donde los locales a alquilar pertenecen en gran número de casos a personas acomodadas sin mayor necesidad económica, la puesta al servicio del emprendedor o comerciante que alquila no se facilita con unos precios acordes a esa realidad comentada sino continúan ofreciéndose al valor que tenían cuando el mundo giraba sin internet y las ventas que esta revolución del sistema procura, sin duda la mayor competencia del pequeño comercio que cada día será más acusada todavía; pues no, ellos que no precisan vivir del alquiler de su local no se bajan de la burra y no facilitan con esta actitud la labor a los pequeños héroes que quedan para que las ciudades no sean solo centros institucionales y funcionariales o geriátricos, y que ademas cumplen una función pública tan interesante como la vigilancia natural y servicio ciudadano que su sola presencia implica.
¿Que se puede hacer pues desde, por ejemplo, el Concello? Respecto a los alquileres, se podría incentivar la actividad de los mismos, simplemente rebajando su carga impositiva hasta una posible bonificación total del IBI, por ejemplo, a los que NO permanezcan cerrados. Unido ésto a un tipo de aval mediador de la Administración local para que los contratos entre partes se respeten escrupulosamente y sin miedo a formalizarlos, algo así como una garantía para el propietario, debería animar a rebajar pretensiones únicamente económicas del arrendador y así generar su ocupación que al tiempo haría ciudad, y podría hacer torniquete a esta huida general de la generación que debe tomar relevo para generar riqueza. Podría incentivarse también de alguna manera la recuperación de esa generación huida, facilitando, al menos de la misma manera que se subsidia a inmigrantes o población especialmente protegida, la venida y puesta a punto para de muchos que podrían ser el relevo natural al familiar autónomo que se jubila o no puede continuar con su negocio por causas especiales. ¿Qué decir de una regulación y normativa a la que atenerse cualquiera en la misma ciudad y que no cree competencias desleales?; desde luego no se puede vestir a un santo con el vestido de otro, y esto parece ocurrir en demasiadas ocasiones, donde las Administraciones se ocupan de ofrecer a la población servicios que hasta ahora estaban en manos privadas, por poner un ejemplo sólo, pongamos Academias de formación. Pero, además, tiene el Concello en particular una medida a tomar en pos del beneficio del comercio local cual es no cobrar esa exagerada contribución que exige en forma de tasa antes siquiera de iniciar el emprendedor su actividad; que espere al menos un par de años para poder cobrar ese impuesto y saber si es susceptible de cobrarse para el caso de que las cuentas salgan para el sostenimiento del negocio que se abre por primera vez; si quieren ayudar de verdad, que se mojen e impliquen decididamente donde más duele en la pelea inicial, el factor económico.
El empleo está en mínimos históricos, nos cuentan, y las calles permanecen desiertas a excepción de algunas señaladas como el salón de la ciudad donde se invierten todos los recursos y son peatonales pero el resto da pena verlas. Ahora nos dicen de aplicar el plan de movilidad pero somos escépticos los que llevamos tiempo reclamando alguna actuación al respecto e incluso hemos sido objeto de un rechazo a nuestra propuesta de poner una pequeña terraza donde hoy está una plaza de aparcamiento, a fin de humanizar y con ello fijar algo nuestra clientela a una calle como Cardenal Quevedo, denegando la propuesta con un irracional y sospechosa respuesta de velar por la seguridad vial cuando no hay tal si se observa objetivamente el lugar. Quiero decir que somos escépticos de una regulación pronta y oportuna de ese plan de movilidad si nos atenemos a la hasta ahora observada mentalidad oscura y sospechosa de manejar criterios a la orden de intereses espurios en el sector de la restauración ourensana. Un cierre y abre continuo que quema ilusiones y fe en la ciudad dejada de la mano graffitera menos profesional y más gamberra, amén de la suciedad subterránea que se aprecia.
En fin, la visión del paseo a través de nuestras calles actualmente, tal como muestro en esta fotografía que, insisto, reúne un conjunto de locales vistos ayer mismo en un entorno no mayor de cien metros, es una visión fea y deprimente, y hemos de intentar cambiarla. Menos mal, y no sé si fue una coincidencia puntual en mi paseo por la calle del Paseo de Ourense anteayer, que los manteros parecen estar menos presentes y que ya se ve alguna pareja de policía local patrullando, si bien relajadamente al menos a pie.