Pero, ¿qué hace un chico como yo en un lugar como éste?, pues nada, fácil, acompañar a un señor como el doctor Lamas que tenía que participar en una mesa del Congreso Nacional de Psiquiatría. Además, salir de Ourense para ir a un lugar como Santiago y conocer nueva gente nunca esta de más sino por el contrario enriquece. Es una forma de dejar de criticar al político local o al dirigente social de turno por la última chorrada que haya dicho. Pasear las calles de piedra que cuánto más se pisan son más bellas, escuchar ese eco casi imperceptible pero que existir existe al pasar entre calles estrechas donde no solo de piedra está el suelo hecho sino de casas con tiempo a sus espaldas, lamentablemente vacías muchas de ellas pero eso ya es otro cantar. Así que sí, fui a escuchar a los participantes en la mesa del congreso en que intervenía Santiago Lamas porque no iba a tratar de ninguna patología concreta ni disertar sobre la mejor dirección de algún Departamento de Psiquiatría sino porque iba a tratar de algo terapéutico para el ser humano cual es homenajear al que se le debe algo, y algo le debe no solo Lamas sino mucha psiquiatría española al Doctor Cabaleiro Goás, insigne ourensano que al decir de los que lo trataron y conocieron personalmente fue verdadera eminencia médica y sabio en humanidades. El lugar del Congreso, ese que interrogaba al principio al chico, que ni hay chico ni leches, fue la Facultad de Historia que me enseñó bien el acompañante número dos que enganchamos en la capital santiaguesa, Alfonso Mato, precisamente ¡historiador! que estudió la carrera en esa misma Facultad, aunque según cuenta la leyenda “entonces” no la pisó demasiado (Alfonso es de los míos, peripatéticos estudiantes en bares, cines y discotecas de la época). Primero la Biblioteca, una auténtica belleza, y después el Paraninfo, donde se celebraba la reunión, me sentaron a escuchar las distintas intervenciones con una paz impropia del oyente interesado. Otro ourensano comenzó a hablar para presentar al resto, David Simón Lorda, que le dio la palabra primero a Santiago Lamas y después a dos más, el segundo de ellos “falando galego” sin caer en la cuenta de que el congreso era nacional. Después de la mesa era la Inauguración de las Jornadas, estando anunciado en el pertinente programa como conferencia inaugural la que daría el escritor Manuel Rivas a la una del mediodía. Estábamos con el editor de “Positivas” cuando nos enteramos que Rivas no aparecería, faltaban cinco minutos y lo habían llamado previendo su tardanza; no, no es que llegase tarde, es que no llegaría, había contestado al otro lado del teléfono diciendo “estoy en Basilea”, ¡cojonudo!, si no falló él ya podrían explicarse bien el presidente de la Asociación Gallega de Salud Mental que organizaba este congreso y que también es ourensano, Ramón Area. Hay que ver cuánto de Ourense anda haciendo cosas importantes por el mundo entero mientras Ourense no hace nada por ser más importante para ellos, los que viven fuera. Nos fuimos a tomar un vino de desagravio por aquello de sin comerlo ni beberlo para comerlo y beberlo en justa compensación. En el Mercado hay ambiente, dice Alfonso que es el segundo lugar hoy más visitado de Santiago después de la Catedral, y en un barrilete nos acodamos los tres ourensanos y tres más psiquiatras que eran amigos de Lamas. Después a Casa Felisa, con una huerta magnífica y un camelio gigante que no nos hizo de sombrilla natural. Recogimos velas hacia las cinco de la tarde y llegamos a Ourense poco más de una hora más tarde. Se finí un día distinto.
- Sección: Noticias
- Publicado el 24 junio 2019
- Por Moncho
Congreso nacional de psiquiatría en Santiago
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