Llegada al mediodía después de almorzar. Hotel y habitación para una pequeña y reparadora siesta antes de salir a caminar la ciudad. Habitación 110. Golpes en el piso superior que impiden el descanso. Al cuarto de hora del incesante ruido, queja a recepción. Están de obras en dos plantas del hotel y hasta las cinco no acaban. Solución, de la primera a la última planta, 15. A toda leche el ascensor. Vista a la desembocadura del Duero, delante Serralves, a la espalda Oporto centro. El día soleado abre la ventana y llega otro ruido, pero ahora distinto. Un ruido que a mí me gusta desde que lo escuché por primera vez en mi vida, porque me cuenta cosas imaginarias con motivo del transporte a grandes distancias de la gente que viene y que va; me divierte pensar en los pasajeros con destino a ver a su pareja, conocer mundo, emigrar en busca de curro, visitar a un familiar lejano, etc. Por tanto, ruido de motores de aviones, incesantemente debido al Sáa Carneiro que aglutina más vuelos él sólo que los tres aeropuertos de Galicia, pero ruido del exterior que se apaga sencillamente cerrando la ventana, no como ese acúfeno de martillo interior en las plantas del hotel en obras que nos taladraban el descanso hace unos minutos. Descanso de verdad, ducha, y nuevos para ese callejeo obligado. Bajando al Duero para coger el tranvía, el de toda la vida, que nos acerca a la Baixiña, tranvía viejo pero valor nuevo de billete moderno, o sea, billete turístivo, 3€/ persona por desplazarte dos mil metros. Lo tomas, no lo dejas pasar, porque es eso, una vez en la vida, así es el proceso mental del turista que en su eufórica escapada de la cotidianeidad más aburrida no escatima medios, ni euros, ni siquiera escapa a ser rejoneado por pufos pequeños. Con la vista hacia arriba se observa que Oporto sigue reformando sus casas, natural por la cantidad de gente que paseando este terreno subvenciona al tiempo esto, revalorización rentable ante tanto interés aunque produzca el claro inconveniente de la gentrificación que echa fuera de sus viviendas a los habitantes más antiguos, los más viejos. Tiendas y gastronomía en todos lados, las sombrererías son llamativas pero sus precios prohibitivos, y una pena porque hoy cubriría mi cabeza con algún sombrero que probé antes de ver la cifra en su etiqueta. A media tarde, en medio del callejeo, me apeteció un café con tostada de mantequilla, quizás el apetito abierto por la memoria de mi niñez cuando en algún viaje a Oporto con mis padres nos metíamos en un café a comer chocolate con tostadas, gruesas como no había entonces en España, anchas como Castilla. Tal vez esa reminiscencia provocó el antojo y al momento desembocamos en un pequeño café especialista en servir chocolate/café precisamente con tostadas de todo tipo, eso sí bien hechas en mantequilla. Una merienda que se hacía media cena, o cena entera de las varias que nos metimos, ya veríamos. Otro paseo admirando la ciudad y edificios acabados que el año pasado estaban en obras como el Monumental, donde la carta en la acera te muestra el camino de la diferencia entre pobres y pobres, prohibitivo a pesar de un simple cristal de separación, en la misma Plaza que un poco más abajo nos serviría el Guarany.
Guarany, Guarany, nos metimos ahí. Y pedimos una infusión roibos y un oporto dulce. ¡Oiga, que sea dulce!, insistí al camarero de uniforme. Su media sonrisa escondida al tomar buena nota delataba algo, pero no supe qué hasta después de beberme el oporto dulce que, por cierto, estaba cojonudo. ¡La cuenta, por favor!; ahí estaba la explicación de aquella sonrisilla que se sostuvo cuando me enseñó la botella de la que me serviría el vino. Pues si a los 9,30 € le sacas 1,80€ del roibos, te da la explicación: 7,50€ el vinito de los cojones (perdonen la expresión, pero si no les doy aire revientan). A tomar por viento, bueno, mejor dicho, a tomar aire, y a no dejar que un buen día lo estropee algún listo que estafa a un parvo como este menda.
Nos fuimos al Rivoli a descansar antes del concierto de jazz al que íbamos. En la cafetería de la tercera planta estaban cenando cantidad de músicos que conocíamos de su paso por elcercano. André Fernandes, Marco Cabaleiro, Susana Santos, Joao Guimarães, Joao Pedro, José de Pedro, Xan Campos, Demian Cabaud, y un gustazo comprobar como recuerda elcercano Ohad Talmor, con un efusivo abrazo. Aquí los precios son muy económicos y puedes cenar sin problema de tener que pagar necesariamente con tarjeta porque no llega el suelto que uno normalmente lleva. Concierto precioso del cuarteto de Marco Cabaleiro con el americano Morgan, y taxi para la vuelta. A pesar de que del Rivoli al Ipanema Park hay quince minutos de trayecto, la carrera no llega a seis euros. Una ganga comparada con el taxi en Ourense, pues ir de mi casa en la Avenida de la Habana a la Estación empalme me cuesta el mismo dinero.
A dormir toca. Pero con Adolfo en radio nacional. Es el post de su entrevista hace unos días. Estuvo muy bien, hablando de literatura y su novela. El sueño obligó a completarla a la mañana siguiente porque la última parte funcionó sin receptor.
Y faltaba Rober Mapplethorpe en Serralves. Después de un opíparo desayuno buffet, paseando bajo un cielo limpio de invierno, parecía primavera, nos acercamos al museo de arte contemporáneo de Oporto en Serralves. Un buen paseo matutino y un museo precioso de Siza. Las ventanas desde el suelo hacen los mejores cuadros con los jardines que rodean al edificio, el interior está lleno de luz y el espacio está tabicado para el mejor aprovechamiento de paredes para colgar obra. En la exposición de Rober Mapplethorpe se advierte de que puede haber fotografías que hieran a sensibilidad del mirón. Pues mirón hay que ser para no saltarse si se quiere esas determinadas fotografías. Me llamó la atención de que nadie nos impidiera hacer fotografías a las fotos que quisiéramos. Y así hice yo, vayan algunas de muestra en la entrada del artículo.
Regreso al hotel por la avenida Boavista, extraordinariamente intervenida por nuevas urbanizaciones caras, muy caras. En dos horas y media estaremos en Ourense de vuelta. Hasta una próxima estancia.